En la industria alimentaria, las etiquetas son una garantía de calidad. Reconocidas por las autoridades públicas, permiten a los consumidores comprender mejor la gran masa de productos de que disponen y elegir los alimentos adecuados.
Entre las más conocidas, destacamos en primer lugar el Label Rouge, una etiqueta de calidad que se aplica principalmente a las salchichas, los productos lácteos y la carne.
En cambio, la denominación de origen controlada (AOC) garantiza que el producto en cuestión procede de un país o una región determinada y que sus características se deben a su entorno geográfico.
Más popular, la etiqueta Sabores del Año es otorgada por los propios consumidores después de las degustaciones.
Descifrar las etiquetas a diario simplemente hace posible saber lo que está comiendo. De hecho, la comida en nuestros platos hoy en día es preparada en su mayoría por industriales, y no siempre conocemos los ingredientes.
El número de productos en los estantes de los supermercados es suficiente para llamar la atención, por lo que el descifrado se ha convertido en algo esencial para tomar las decisiones correctas sobre los alimentos.
Este último es útil para conocer los diferentes componentes y valores nutricionales, es decir, la ingesta energética y la cantidad de nutrientes presentes en los productos. Además, permite al consumidor ser actor de su propia salud al elegir lo que va a comer.